Por Juan E. Batista Cruz
No me cabe la menor
duda de que fue muy estimulante el triunfo cubano en la Semana Beisbolera de
Haarlem, en Holanda, sin embargo, creo que la euforia no debe conducir al
olvido de tantos problemas que se pusieron de manifiesto en el equipo que
dirigió Víctor Mesa y que constituye el reflejo de una década perdedora en los
eventos internacionales que llevó al tricolor hasta una nada agradable medalla
de bronce en los últimos Juegos Panamericanos en Guadalajara, México.
No niego el mérito
indiscutible de un equipo que supo sobreponerse a dos derrotas iniciales y a
una llorada victoria ante China Taipei, ocupante del último puesto, pero no me
puedo conformar con la misma sequía ofensiva que ha caracterizado a nuestras
representaciones durante el siglo 21, con la única excepción de la campeona de
los Juegos Olímpicos de Atenas-2004.
En algún momento se
llegó a ponderar un supuesto resurgir del bateo cubano, cuando se noqueó a
Japón con 12 carreras y 15 indiscutibles, sin que los archioptimistas se dieran
cuenta que los nipones se aparecieron a Haarlem con una novena que nada tiene
que ver, en ningún aspecto, con la pelota en la Tierra del Sol Naciente. En el
resto de los partidos se combatió hasta salir airosos, pero sin que los grandes bateadores de nuestras series
nacionales pudieran refrendar en la práctica su potencialidad teórica.
El aplauso para
Víctor Mesa, quien supo manejar sus peones de forma magistral, especialmente en
el pitcheo, departamento en el cual debe destacarse la confianza depositada en
los jóvenes Pablo Millán Fernández y el zurdo novato tunero Darién Núñez,
quienes mostraron madera de campeones. En esta decisiva área solo debo expresar
mi inconformidad con el mal hábito de ignorar la especialización y continuar la
utilización de los abridores como relevistas.
En Holanda se
mantuvo la ausencia ofensiva en los principales hombres de la alineación, la
cual estuvo presente en los topes ante Nicaragua y el conjunto universitario de
Estados Unidos. Tal y como ocurrió en la Copa Mundial de Panamá y los
Panamericanos de Guadalajara en el pasado año, los grandes artilleros no fueron
capaces de apoyar loables actuaciones de sus compañeros encaramados en la
lomita del box.
¿Por qué se
mantiene la sequía ofensiva cubana? En mi opinión la más evidente de las
causas, aunque hay otras, es que nuestro béisbol no puede quedarse en la Serie
Nacional, es preciso elevar el techo, rescatar un torneo élite que, como la
Selectiva, concentre la calidad y permita a los bateadores de aquí no ser
sorprendidos por un pitcheo con mucho más oficio que el de la mayoría de los
serpentineros en nuestro actual campeonato.
Soy de los que siempre
defiende y defenderá la Serie Nacional, esa en la que todos los territorios
estén representados y que, estoy seguro, es una envidiable cantera para
promover talentos; pero si hay problemas de extensión de la campaña o de índole
económico, se puede reducir la cantidad de juegos y después, con los mejores
por su rendimiento y en algunos casos por su
trayectoria, formar cuatro o seis novenas en las cuales se concentre la
calidad y desarrollar un evento en el que se pueda conocer, realmente, la
capacidad de los bateadores, porque en este momento, la desaforada ofensiva de
nuestro clásico doméstico es un espejismo.
Después de 14 años
de espera se ganó la Semana Beisbolera de Haarlem, en Holanda, pero con un
comportamiento como el visto será muy difícil obtener un buen resultado en el
III Clásico Mundial cuando restan unos pocos meses. Pienso que lo más racional
ahora es que la Comisión Técnica analice, concienzudamente, la realidad actual
de cada integrante de la preselección y trabajar fuertemente en las
dificultades que, aunque parezca exagerado, nos están lastrando desde hace más
de una década.
Estoy convencido de
que existe el material humano para realizar una actuación tan exitosa como la
del Primer Clásico, pero hay que perfeccionar su quehacer, eliminar las
debilidades que están a la vista de todos y, especialmente, buscar fogueo
contra selecciones de la más alta calidad, probar fuerzas con aquellas en las
reconocemos cierta paridad y frente a las que teóricamente nos superan. Esa es,
pienso yo, la única manera de retomar la hegemonía en los eventos convocados
por la Federación Internacional de Béisbol (IBAAF)